Muchas previsiones hablan de que el consumo de carne en los países desarrollados y, en particular, en la UE, va a descender en los próximos años, principalmente por el cambio en los hábitos de consumo. Se tiende a consumir menos carne por un cúmulo de razones relacionadas con la salud, la dieta o la ética (medio ambiente, bienestar animal, clima, residuos,…).
Además, cuando en 2013 el consumo de carne alcanzó un nivel muy bajo (64,5 kilos per capita/peso producto), muchos recurrían a la crisis económica como principal explicación. Sin embargo, durante las crisis económicas los consumidores tratan de mantener su consumo de carne al mismo nivel, pero buscan carne más barata, como el pollo u otras piezas menos costosas. Esto se ha visto confirmado por un informe de France Agrimer sobre el consumo cárnico, que concluye que durante la recesión económica el consumo de carne de ternera ha bajado, pero el de pollo ha aumentado, igual que el de algunos productos transformados de porcino.
En resumen, la oferta de carne y su impacto sobre los precios siguen siendo los principales factores que dirigen la evolución del consumo de carne en la UE. De hecho, 2013 es un año de descenso de la producción porcina (además de la puesta en vigor de las nuevas normas de bienestar de las cerdas) y bovina (por el movimiento de sus censos) y ni la importación ni la mayor producción avícola han compensado estos descensos. Por contra, tan pronto como la oferta ha vuelto a aumentar, como sucedió en 2014, esto ha apoyado el consumo interior. En 2014, se estima que el consumo per capita ha ganado 2 kilos respecto a 2013. En 2015 y 2016, con una mayor producción cárnica prevista mientras Rusia sigue cerrada, se espera un nuevo crecimiento del consumo cárnico, que lo llevaría cerca del récord de 2007”.
Fuente: Boletín Agropecuario Mercolleida
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